miércoles, 22 de agosto de 2007

La Semilla

-¿En que piensas?- dijo mientras me observaba, mirando al horizonte. Mantenía sus rodillas abrazadas y jugueteaba con la hierba apartándola con los pies desnudos. Su pregunta me produjo una leve sonrisa, y la acompañe en su contemplación de los lejanos montes que recortaban el cielo en su atardecer.

-Eso podrías decírmelo tú perfectamente, ya lo sabes.

Giró su rostro para mirarme fijamente con aquellos grandes ojos verdes mientras apoyaba el mentón sobre su brazo y ladeaba ligeramente la cabeza hacia atrás. No pienso hurgar en tus pensamientos, Zak, dijo ella devolviéndome la sonrisa. Luego volvió la vista hacia el valle que se extendía bajo la colina donde descansábamos sentados.

Habían pasado ya tres meses de mi llegada, tres meses solo en su compañía. Nuestro encuentro había sido algo complicado, pero ahora su presencia me era tan necesaria como el mismo aire que respiraba.

-Estoy pensando que pronto tendré que marcharme, Salah. Tendré que volver con los míos y explicarles lo que he encontrado aquí.

Salah respiraba profundamente mientras entrecerraba los ojos. La suave brisa de la tarde acariciaba la colina y batía con suavidad la larga túnica que ella utilizaba como vestimenta.

-Yo no quiero que te vayas, Zak. Podría preguntarles a los ancianos si puedes quedarte. Lo hice una vez pero no confiaban en ti. Creo que ahora podría ser distinto.

Soltó sus rodillas y se dejo caer lentamente sobre la hierba, estirando sus brazos en cruz. El viento apartaba ahora su vestimenta por completo. Siempre iba totalmente desnuda bajo la túnica.

Cuando la nave de transporte se aproximó, recuerdo que sentí muchísimo miedo, mas aun cuando una especie de rayo tractor arrastró el pequeño carguero hasta el interior y la oscuridad lo cubrió todo. Al pisar el suelo firme, descubrí que estaba en un enorme valle, ¡un valle dentro de una nave desconocida e inmensa! Físicamente era posible, pero carecía de lógica alguna. Ahora tiene mas sentido.

-¿Tienes que marcharte ya?- le pregunté.

-Esta noche no, me quedaré a pasarla junto a ti.- dijo, mientras volvía a sonreír con sus ojos cerrados. El último resplandor del sol que moría entre las montañas, alcanzaba su rostro, sus contornos eran suaves, fruto de una piel lisa como mármol pulido.

La primera vez que la vi acercarse, caminando lentamente por el valle, pensé que era algún tipo de sueño inducido por aquella cultura desconocida. Si su tecnología les permitía crear aquel tipo de nave gigantesca y de arrastrar otras con tan solo una proyección de luz, hacerme ver lo que no era real era seguramente sencillo para ellos. Pero Salah era real, quizás lo más real que había encontrado en toda mi vida.

-¿Sabes que puedo ver lo que estas pensando?- dije entre carcajadas. Ella también reía.

-¿Sabes que he dejado que vieras lo que pensaba?- dijo ella, lo que me hizo reír aun con mas ganas.

Cuando había comprobado que la atmósfera del interior de la nave era apta para mi consumo, me quite el casco y desconecte la función de oxigenado. Salah ya estaba cerca cuando termine de desactivar el sistema. Jamás hubiera pensado que encontrar otra raza diferente a la nuestra fuera tan sorprendente, el principal motivo era por que Salah en si era exactamente una mujer terrestre, a diferencia de su ligero color de piel verde oliva y la ausencia total de cabello en su cuerpo, el otro motivo es que iba vestida solo con su túnica translucida. Cuando estuvo mas cerca vi otra notable diferencia, una gema azul en forma de lágrima incrustada en su frente.

Extendió su mano y me ofreció una gema similar, pero más diminuta. Al cogerla, se descompuso en moléculas y atravesó mi traje espacial, penetrando a través de mis poros y filtrándose en mi sistema sanguíneo. Sentí un frío aterrador y pensé que me había envenenado, pero, ¿Qué sentido tendría? Hubiera sido mucha más sencillo disparar a mi nave de transporte y eliminarme en el exterior que no allí dentro. Segundos después descubrí que era el Khilah.

Una sustancia que abunda en su mundo natal, una sustancia que se encuentra prácticamente por todo el planeta, y por supuesto, dentro de ellos. Sus cualidades extrasensoriales permiten la comunicación sin necesidad de hablar, solo pensamientos que cruzan las mentes de unos y otros, cien veces mas rápido que las palabras, y mucho mas expresivos, pues los sentimientos también pueden transferirse de ese mismo modo. Al introducirme el Khilah en el cuerpo, Salah pudo explicarme todo esto en décimas de segundo. También dejó claras sus intenciones pacíficas.

-¿Es eso lo que te apetece?- le pregunté deseando una afirmación.

- << si >> sentí su voz en mi mente. Entonces la besé y ella me abrazó.

Las primeras conversaciones entre Salah y yo fueron complicadas, ella utilizaba pensamientos para expresarse, yo en cambio le hablaba y pensé que me entendía, pero realmente Salah reconocía en mi mente la construcción de ideas antes de pronunciarla verbalmente. Con el tiempo aprendí a utilizar los pensamientos para comunicarme con ella, y ella se empeñó en aprender el dialecto verbal. Y lo hizo con sorprendente celeridad, en solo un par de días hablaba incluso mejor que muchos eruditos de mi propio mundo.

Otro pensamiento cruzó su mente mientras nos besábamos, era una imagen confusa, donde ambos nos abrazábamos desnudos mientras un falso cielo lleno de estrellas parpadeaba y su luz describía trazos blancos sobre nuestros cuerpos.

-¿Quieres que probemos…de hacer…?- dije, mientras ella acallaba mis palabras depositando suavemente un dedo sobre mis labios, contemplándome fijamente en aquellos ojos tan verdes como el mismo prado, donde la razón y la cordura se disipaban a medida que mas los observaba, como cayendo en un pozo sin fondo.

Era posible, era físicamente igual que cualquier mujer terrestre. Fue una de las primeras preguntas que le hice nada mas aprender a manejar los pensamientos para poder expresarme. Ella me explicó que millones de años atrás en el tiempo, su raza depositó la vida en varios mundos y que de todos ellos, solo la Tierra había sido del todo apta. El código genético oculto, en un escalafón de sucesos, que nos llevaría a una evolución similar a la suya, con diferentes matices fruto de la adaptación a otro mundo. ¿Cómo si no se explicaba el milagro de la vida en nuestro planeta? Ahora tenía todo mucho mas sentido. Durante siglos, los científicos habían teorizado ese milagro, otros en cambio, lo otorgaban a la divinidad. Siempre había existido la idea de que otra raza nos hubiera puesto allí, y en realidad era cierto.

¿Para que crear vida en otros mundos? Le pregunte una vez había terminado su explicación. Salah me contó que los antiguos, aquellos que los gobernaban, decidieron que el milagro de la vida no debía ser un don privilegiado de su propio mundo. Ni siquiera ella pudo contestarme como la vida había tenido lugar en su planeta, quizás otra raza los hubiera puesto allí a la vez y ambos proveníamos de una especie mucho mas antigua.

Aquella noche fue demasiado breve, en aquel momento hubiera dado lo que fuera por que jamás terminase. Al final, exhaustos, yacimos sobre el valle y nos quedamos dormidos contemplando las estrellas.

Al día siguiente, mi destino dio un giro inesperado.

Sentía un tremendo dolor en mi interior, un dolor punzante en la boca del estomago, tan fuerte era que no podía moverme, ni tan solo ponerme en pie. Mire a los lados sin poder girar el cuello, y Salah no estaba, tardó varias horas en volver. Cuando lo hizo, no vino sola.

Venia acompañada de tres seres de su misma especie, varones, uno de ellos aparentaba ser más adulto que los otros dos.

<< mucho Mucho has tardado, Salah, hemos detectado otra nave cerca de nuestro curso y vamos de camino para interceptarla. Si llegas a tardar mas hubiéramos tenido que crear un segundo ecosistema >> Sentí los pensamientos en mi cabeza como si hablaran cerca de mi oído. El que se comunicaba era claramente el más adulto.

<< Lo lamento >> se disculpo Salah.

<< Llevadlo a la octava región y dejadlo allí, pronto tendremos otra semilla que engendrar >>

Me transportaron en una pequeña nave, pude verla cuando me introducían como si fuera una carga más en la parte trasera. En una pequeña exclusa vi el exterior durante mi viaje, como la nave atravesaba una atmósfera y como aterrizaba. Me extrajeron y me depositaron en el suelo firme. Arena, arena por todas partes. La nave partió y se perdió en el cielo azul.

Aquí estoy aun.

Han pasado tres días desde que se marcharon. En esta soledad he podido recapacitar todos los sucesos que me habían ocurrido hasta ahora y empiezo a comprender que hago aquí.
Cuando miro mi abdomen y veo varios brotes de algún vegetal abrirse paso entre mi carne, utilizando mis entrañas para alimentarse y crecer, cuando miro mis manos y veo que varias raíces surgen de mis uñas partidas en busca de la tierra, clavándose profundamente, comprendo mi destino. Salah me utilizó como anfitrión. En algún momento de su evolución se separaron del mundo animal, adaptándose como vegetales, o quizás siempre lo fueron. Pero simplemente son eso, son plantas, y las plantas necesitan su propio ecosistema para crecer.

Esperando mi muerte comprendo todo, soy una semilla, la vida brotará a través de mí en este nuevo mundo usando mi cuerpo como inicio mientras se pudra lentamente, usando su genética a través de la mía para crear la vida de los suyos.

Aun así, aunque mi vida se marchite en ello, la amaré para siempre.

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