lunes, 27 de agosto de 2007

Serpentis

Hank estaba feliz, sonreía, de vez en cuando hasta tarareaba alguna vieja canción. En algunos momentos del viaje, incluso se le podía ver bailar por los pasillos de su nave de transporte. Poco le importaba ya el destino que habian sufrido sus compañeros en Serpentis.
Él, como el resto de los tripulantes de la Crusader, había sido contratado para una misión de extracción de mineral en el planeta mas alejado del sistema solar Odolek. Hank había trabajado en muchas minas, había perforado incluso meteoritos a la deriva ricos en metales preciosos. Era todo un experto, él lo sabía, pero le fastidiaba que su trabajo no fuera recompensado económicamente bien. Había decidido no picar mas, su ultimo trabajo en la luna de Tranis le había dado muchos quebraderos de cabeza y los recursos obtenidos apenas llenarían su enorme panza mas de dos meses solares. Una desgracia.
Cuando el holograma de la oficina central de empleos parpadeo ante su rostro anunciando el trabajo de minería en Serpentis, su codicia hizo el resto. Pagaban mucho más que las otras ofertas, un gran plus de peligrosidad. Él sabia de sobras que Serpentis era un planeta prohibido, peligroso, muchos de los que iban no regresaban jamás, pero si todo iba bien, cobraría tantos créditos que le permitirían no trabajar durante más de dos años.
Hank nunca fue un tipo estúpido, los contratos de las corporaciones siempre llevan anotadas unas letras pequeñas que había que leer antes de firmar, así que quiso verlo personalmente, presentándose en la oficina central de empleos de Dirulia, donde residía. Una chica joven y atractiva le enseñó los pormenores del trabajo. “Buena táctica, ponen a una chica impresionante y los memos firman sin leer el contrato…” pensó. Él era más listo que eso, así que agarró el contrato y estuvo casi dos horas para leerlo completamente. Había algunas cláusulas un tanto extrañas, pero a la vez tentadoras.
Una de ellas era que el presupuesto inicial para la misión de extracción tenia un precio fijo, a dividir por los diez miembros de la tripulación. El capitán de la nave enviada cobraba el viaje aparte mas el plus de peligrosidad, pero el resto debían dividirse el dinero en partes iguales. Si algun miembro del equipo resultaba muerto o desaparecido… su parte iba a parar a los bolsillos del resto.
Si Serpentis sin duda era peligroso, iría bien que alguno de los otros mineros muriesen, aumentando así la suma de créditos a repartir, pero debía irse con ojo, muchos de los mineros eran gente sin alma, desesperados, que se lanzaban a la oscuridad del universo en busca de una vida mejor. A muchos no le importaría eliminar a alguien con tal de llevarse el premio, Hank no era mucho mejor, quizás matarlos a todos seria algo difícil, alguno caería en modo “accidental” pero debía de tener cuidado para que los demás jamás pudieran saberlo y sobretodo, no morir a manos de nadie. A los muertos no se les daban recompensas.
Firmó con seguridad e incluso trató de ligar con la joven de la oficina quien le expulsó de mala gana, y es que realmente Hank era un tipo desagradable.
Siete días después, embarcó en la Crusader para iniciar el viaje que le llevaría hasta Serpentis. Lo primero que hizo antes de comenzar, fue asegurar su cabina de hibernación. Un fallo en el tubo de refrigerado podría convertirle en una momia seca cuando llegaran al borde del sistema. Una muerte horrible sin duda, eso pensó, aunque no fue consecuente con la cabina que se encontraba a su derecha, la cual saboteó.
Al llegar a Serpentis, dos de los miembros ya habian muerto, en una de las cabinas, el interior estaba totalmente negro, al parecer, el tubo refrigerante no era lo único que había fallado, sino el sistema de compresión, dándole acceso al vacío y reventando a aquel pobre infeliz. Al fallar el tubo de refrigeración, todo el interior había sufrido el paso del tiempo y se había podrido. En la otra cabina, el ocupante había reventado simplemente. Hank adivinó que había otro saboteador a bordo, alguien quería llevarse el premio gordo. Alguien había saboteado dos de las cabinas, así que Hank dedujo que el culpable sin duda quería eliminarlos a todos.
Serpentis era un planeta terriblemente frio. Era llamado así por la forma de uno de sus continentes, parecía una enorme boca de serpiente con dientes afilados saltando sobre su presa. Hank vio las imágenes en la mampara que daba al exterior desde la sala de control de la Crusader, y sintió escalofríos. Nada ni nadie podía vivir allí abajo.
Casi un mes había pasado desde su llegada, cada día mantenían un ritmo de trabajo constante para llegar a las cotas de mineral estipulado por el contrato, estaban cerca, quizás un par de días más, el trabajo era duro pues contaban con dos miembros menos en la labores de minería.
Una de aquellas noches, una detonación no controlada acabó con tres miembros de la tripulación. Encontraron sus restos esparcidos por las paredes de la mina, junto a fragmentos aprovechables de mineral. Ni siquiera se molestaron en limpiarlos, los cargaron junto con el resto y continuaron el trabajo. Solo quedaban cinco, y Hank era uno de ellos. Estaba asustado, faltó poco para que la explosión le alcanzara a él, uno de aquellos cuatro hombres era el saboteador.
El ultimo día, Hank cargaba uno de los carros dentro de la bahía de la Crusader cuando otra detonación tuvo lugar, pero esta vez sepultó la mina por completo. Se había quedado solo con el capitán de la nave. Nada tenia sentido, ¿realmente habian sido sabotajes o eran accidentes? ¿Tanta suerte tenia Hank? Evidentemente no.
Al cargar el carro, se acercó a la mina y vio al capitán cerca de ella con su traje espacial. En todo el transcurso de la misión jamás lo había visto fuera de la Crusader.
-¡Capitán, ha habido otra detonación! – dijo Hank tratando de ocultar su felicidad ante tal hecho.
-Lo se, yo mismo puse las cargas.-
Hank se quedo congelado, y no precisamente por el frio que hacia en Serpentis.
-¿Los ha matado usted? ¿Por qué?- preguntó Hank asombrado.
-Veras amigo, vosotros teníais vuestro contrato, pero en el mío decía claramente que si volvía sin vosotros, me llevaría la mitad del precio del mineral, y como comprenderás… son muchos créditos.-
Vio que el capitán extraía un arma láser de su traje.
-No me lo tengas en cuenta, hijo, son cosas del negocio, ya sabes… porcentajes por aquí, accidentes por allá, no es nada personal.- dijo el capitán.
Hank imaginaba lo que venia a continuación, el impacto láser le mataría y en el peor de los casos, simplemente perforaría su traje, dejando entrar la simpática atmósfera de Serpentis que lo envenenaría hasta los ojos por no mencionar la congelación en décimas de segundo. Pero algo hizo que se distrajera, incluso en una situación así.
Hank vio que algo salía de la mina, revoloteando, una especie de mariposa de gran tamaño que irradiaba luz propia. Pensó que el delirio se adueñaba de él. El capitán, viendo que miraba detrás de él, comenzó a reír.
-Hijo… ese es el truco mas viejo de este universo, quieres que mire hacia atrás como si algo viniera a matarme, para intentar arrebatarme el láser, pero soy perro viejo ¿sabes? No voy a picar.-
Tres mariposas surgieron de la grieta, todas revoloteaban aproximándose al capitán.
-Capitán, no es ningún truco, en este planeta hay… mariposas…- dijo Hank
-Si, claro que si hijo, esas son las que hay en el paraíso, donde vas a ir tú a parar, y ahora si eres tan amable, hazme el favor de morir de una jodida vez, tengo una nave que llevar de vuelta y una pasta que cobrar.
Las mariposas envolvieron al capitán. Volaban a su alrededor con esa alegre luz amarillenta. El capitán no daba crédito a lo que veía. Pronto su mirada de sorpresa se convirtió en una expresión de horror, cuando comprobó que las mariposas se adherían a su traje y comenzaban a perforarlo con un líquido corrosivo que salía de ellas.
Hank no perdió el tiempo. Comenzó a correr hacia la Crusader como si el mismo diablo le persiguiera. Dejó allí al capitán, luchando por quitarse aquellos bichos de encima. Escuchaba por el transmisor los gritos de este, gritos de desesperación. Luego la congelación hizo el resto.
Hank estaba llegando a la compuerta de entrada de la Crusader cuando vio que las mariposas volaban hacia él. La atmósfera era tan densa que era casi como andar bajo el agua y llegar hasta aquella compuerta fue para él toda una odisea, veía reflejada la luz que emitían los insectos en el casco de la nave, estaban muy cerca.
Entró en el compartimento y lo cerró. Uno de los insectos había entrado con él. Trató de aplastarlo, pero no había manera de cazarlo, era ágil batiendo sus alas en el exterior, dentro de la nave sin duda lo era mucho mas.
Comenzó a correr por el pasillo principal para encender los motores y salir de allí, pero aquel bicho le perseguía, era mas grande de lo que había pensado, a lo lejos era solo una mariposa de gran calibre, pero de cerca era bastante más grande. Llegó a la zona donde las cabinas de hibernación, estaban abiertas. Se quitó el casco y se giró para ver al animal acercarse, estaba casi sobre él. Lanzó el casco con fuerza e hizo blanco, la mariposa cayó en redondo dentro de una de las cabinas a causa del impacto. Hank saltó con un movimiento felino y pulsó el botón de cierre, bajando el cristal y atrapándola dentro del habitáculo.
Cayó al suelo exhausto, de bruces, respirando costosamente. Vio que el insecto revoloteaba otra vez dentro de la cabina, pero ahora no tenía escapatoria.
Llegó a la sala de control de la Crusader y activó el protocolo automático de salida del sistema. La nave hizo el resto. Los motores se encendieron, todo tembló. Lentamente, fue elevándose y el horizonte se hizo presente ante él. Estaba escapando de Serpentis.
Por fin, la nave llegó al exterior y trazó el viaje en el ordenador de abordo. Él no sabia pilotar, pero el sistema se encargaría de llevarle cerca de casa donde podría pedir auxilio a alguna nave de salvamento. Respiró con calma.
Hecho una cabezadita en el asiento del capitán, se quitó el traje y comenzó a pensar sobre lo ocurrido, llegando a la conclusión de que realmente tenia mucha suerte. Único superviviente, ahora toda la mercancía era suya, por lo tanto la recompensa también. Además, la Crusader no tenia dueño, y las leyes del espacio dictan que nave sin dueño encontrada, pertenece al que la encuentra. Mejor no podía ser.
Pensó en vender la nave también, eso mas el precio de la misión le permitían una vida sin volver a trabajar. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo más. Había capturado a un ser vivo de otro planeta, era la primera vez que el ser humano había encontrado algo con vida fuera de su sistema de origen, la Tierra. Tal hazaña era mucho más importante que todo lo que había conseguido, aquello le proporcionaría tal suma de créditos que su turbia mente no alcanzaba a calcular. Y fue feliz, y cantó, y bailó por los pasillos mientras se dirigía a la zona de hibernación.
La mariposa continuaba dentro de la cabina, atrapada. Había varias manchas en el cristal, seguramente el insecto había tratado de perforar la cabina para salir pero le resultó imposible. Era toda una suerte.
Hank se acercó y la miró detenidamente cuando esta se detuvo en el cristal, tratando de abalanzarse sobre él. Era un bicho terriblemente feo, difícil de describir.
“Menudo ejemplar he capturado, cuando lo lleve a la base me pagaran tantos créditos como les pida…” pensó Hank.
El insecto ahora era borroso, Hank se esforzó para verlo con precisión y se dio cuenta de que no era horrible, no lo había visto bien, realmente era un ser bello. Parecía una pequeña mujer, más bien no lo parecía, sino que lo era. Era una mujer con alas de mariposa, una mujer preciosa, de belleza indescriptible. Hank se quedó atónito ante tal imagen, no conseguía apartar la vista de aquel ser tan perfecto.
“Déjame volar libre, no te haré daño” sintió Hank en su mente. El insecto era inteligente, le había hablado usando su pensamiento, era algo mágico. Tal belleza y nobleza en algo tan maravilloso no debía recompensarse con la clausura en el frio cristal de la cabina de hibernación, debía dejarla libre, tenia que dejarla volar.
Hank pulsó el botón de apertura, después de eso salió del trance. Demasiado tarde para arrepentirse.
El insecto se le lanzó a la cara, se pegó a su rostro. Hank notaba que algo le ardía en los labios y que la bella mujer que había visto no había sido más que una ilusión. Lentamente, y sin que Hank pudiera evitarlo, la mariposa le entró por la boca. Luchó con todas sus fuerzas pero fueron en balde.
Cayó al suelo y se retorció de dolor, trató de gritar pero su voz moría en un sordo gorgoteo. Finalmente, se quedo quieto, y cuando abrió los ojos, ya no era Hank.
Se puso en pie, fue a la sala de control y trazó rumbo de regreso a Serpentis. Se sentó en el asiento del capitán.
Dentro de la mente de Hank, otra conciencia resonaba en su interior como el eco. Hank ya había muerto, ahora otro ser ocupaba su puesto. Y este ser, como cualquier ser inteligente, pensaba.
Y pensó.
“Menudo ejemplar he capturado, cuando llegue al nido me dejaran poner en él tantos huevos como quiera…”
Y es que realmente, todo ser pensante, se mueve y actúa por diversos motivos, algunas veces egoístas.

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